Mensaje
por Danielelmusico » 19 Dic 2014, 10:20
Corría el año 1973...
Yo hacía changas los sábados y los domingos en el fondo de la casa de un tano que era jefe de taller en una concesionaria de la ruta 3 a la altura de Isidro Casanova (se llamaba Ardita S. A.). El tano se estaba haciendo el taller en el fondo, pero en esas fechas sólo tenía un techito de chapas viejas sostenido con cuatro puntales y cuatro tirantes de pino podrido (con el tiempo se hizo un flor de taller, y dejó la concesionaria).
Bueno; la cuestión es que vino a visitarlo un cuñado que vivía en Alberti, y de paso traía una De soto de 1962 para hacerle el motor completo (un Continental 6 chico). Yo tenía un compañero de mi misma edad, que también changueaba ahí, y si bien no llegamos a ser amigos, nos entendíamos bien.
El tano nos encargó que fuéramos sacando todos los chirifilos asociados (hoy le dicen periféricos...), y poniéndolos bajo el techito (en la tierra nomás), y cuando estuviera listo el encargue, que le avisáramos para sacar el motor. El flaco le preguntó si aflojábamos la tapa antes de sacarlo, y el tano lo cagó a pedos. Cuando despejamos el motor del cablerío, las mangueras y el varillaje, le dijimos al tano. El tano armó el trípode, pusimos el aparejo, aflojamos los tornillos de las patas del motor y de la caja, sacamos al cardán, y el tano le dio cadena p'arriba.
Nosotros lo guiamos a fuerza bruta, empujando de acá, tirando de allá, balanceando, girando un poquito, hasta que el conjunto motor y caja quedaron afuera. La caja pesaba casi tanto como el motor (tenía una primera de fuerza que podía arrastrar una de las pirámides de Egipto), así que una vez todo en el suelo, comenzó la destripada.
Primero separamos la caja, después sacamos el carburador, después el burro, el dínamo, etc.
Y el tano dijo que después de morfar íbamos a desarmar el motor (los motores los armaba él; no confiaba en los mecánicos de las rectificadoras. De paso, cuento que el tano era un excelente matricero). El cuñado hizo el asado, morfamos, chupamos, y con el buche lleno encaramos la noble máquina yaciente en la tierra, como encaran las hienas un animal muerto (¿Qué poesía hay en esto, no?). Por fin, llegó la hora de sacar la tapa...
Los espárragos parecían soldados a las tuercas y al block, de modo que junto con la manija, giraba el motor, haciendo un hoyo cónico en la tierra,mientras bailábamos el vals del tornillo, transpirando como testigo falso, sin poder aflojar ni uno. Había llegado a la casa un hermano del tano, que siempre lo hacía calentar, y estaba mirando calladito. Le dijimos al tano que no podíamos sacar las tuercas, y nos miró como a dos criminales, diciendo que no servíamos para nada (tenía unos arranques como el viejo de los Campanelli, pero era buenísimo), llamó al cuñado, se proveyó de un caño galvanizado de un metro de largo, se agachó, nos dijo que sostuviéramos el motor entre los tres (a su hermano lo ingnoró, tal vez porque el vago jamás hizo nada, excepto sombra), calzó el caño en la manija, y se acomodó...
El cuñado había quedado enfrente de él, en cuclillas, sosteniendo el motor, y nosotros también en cuclillas; yo al lado izquierdo del tano y mi compañero de changa enfrente de mí. El tano sostenía el alargue corto con la mano izquierda y ¡empujaba! con la derecha el caño. A la cuenta de tres, todos hicimos fuerza...
Fue todo muy rápido. El TAC que hizo el espárrago cuando se cortó... el TRAC que hizo la mano del tano con caño adosado sobre la mandíbula del cuñado... el BRRROM que hizo el cuñado rodando de espaldas, ya inconsciente, sobre la tierra... la polvareda que lo envolvía... el CHICK del tano jineteando el motor (como los yanquis jinetean los toros mecánicos)... nosotros cayendo sentados en la tierra...
Cuando reaccionamos, el cuñado parecía el primer rival de Mike Tyson, y tal vez por eso, el hermano del tano se acercó con calma y frialdad al desmayado, y empezó a contar, como los referís de boxeo...
El tano se puso blanco, y solo le salió una voz ronca, que dijo ¡Lo maté...!
Por suerte, el nockeado se recuperó sin demasiado esfuerzo, sólo para putear por el resto de la tarde al tano, tan bien como se lo permitía la jeta hinchada.
La tapa la sacaron en la rectificadora.
Saludos.
Daniel.
Hubo tres grandes que no se lo creyeron, fueron auténticos y sin máscara; no hicieron misterio de lo que sabían, y murieron de manera absurda, la flor de la vida, y aún les quedaba lo mejor para dar:
Luis Di Palma.
Alberto Olmedo.
Pappo.